La rehabilitación cerebral, un reto conseguido
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La rehabilitación cerebral, un reto conseguido

Los pacientes empiezan por lo más básico, hacer fichas del día a día. G. Torres

Los pacientes con daño cerebral adquirido con alteraciones graves de conducta y de percepción tras un ictus o un traumatismo craneoencefálico grave tienen en Málaga un referente en sus cuidados y rehabilitación.


Y es que las secuelas de un accidente de tráfico o un derrame cerebral dependen de cada paciente y de su patología, pero también del grado de afectación. Los pacientes pueden tener un estado mínimo de conciencia o simplemente tener algunas «lagunas» mentales.

Hace dos años que el Hospital Civil de Málaga cuenta con un programa específico de rehabilitación cognitiva y conductual para estos pacientes con déficits funcionales. Este vino a sumarse a los que ya se hacían con estos pacientes en materia de logopedia o fisioterapia.


Desde finales del año pasado incorporaron además la rehabilitación ambulatoria, a través de la cual hacen un seguimiento de los enfermos cuando son dados de alta. El inicio precoz del tratamiento produce cambios en los niveles cognitivos y de conducta en los pacientes mejorando su funcionalidad global y su calidad de vida y la de sus cuidadores.


Las causas más frecuentes del daño cerebral adquirido son los traumatismos craneoencefálicos –por accidentes o caídas, fundamentalmente–, ictus y cualquier patología, o secuelas, de procesos infecciosos o tumorales que produzcan un daño en las funciones del cerebro. Los déficits funcionales producen en muchos pacientes una discapacidad para la realización de funciones ejecutivas –falta de atención y concentración, dificultad en el aprendizaje y memoria, lentitud en el procesamiento de la información– que se traducen en trastornos de conducta que les impide integrase en su entorno social y laboral.

Para ello, la unidad cuenta con terapeutas ocupacionales que les sirven de guía en su desarrollo. Una de ellas, Teresa Correa, les ayuda a hacer fichas en las que señalan las actividades cotidianas que se ven capaces de hacer –comprar el pan, pedir en un restaurante– y también hacen actividades de percepción, de reconocimiento de objetos, formas, tamaños y colores.

«No sé cómo estoy vivo»

Anderson se precipitó por la ventana de un sexto piso el 31 de diciembre y tras un mes en coma ahora se ve capaz de hacer muchas cosas. Pese a haber perdido una pierna y tener la otra semirígida, empieza a recobrar la memoria y a hacer actividades que hace dos meses le eran imposibles. «No sé cómo estoy vivo», dice dicharachero y agradeciendo los cuidados.


La directora de la unidad, Marina Tirado, admite que esta se creó a raíz de las necesidades de los pacientes. Gracias a una colaboración con la Asociación de Daño Cerebral Adquirido de Málaga cuentan con una neuropsicóloga que una vez a la semana evalúa a los hospitalizados. Reconoce que el trabajo en equipo de todos los profesionales en el abordaje multidisciplinar hace que su tratamiento sea integral y muy personalizado.


Pero mientras trabajaban con los enfermos encamados del Hospital Civil se dieron cuenta de que al volver a casa lo hacían con miedo y perdidos. Además, muchos perdían gran parte de lo avanzado en las sesiones antes de recibir el alta. Y se dieron cuenta de que tenían «una pata coja» en el servicio. «Ellos nunca dejan de ser pacientes», señala Tirado. Por eso, en diciembre del año pasado pusieron en marcha el servicio ambulatorio, con el que evalúan los ejercicios que hacen en casa y les hacen otros en el hospital, que también sirven para determinar la evolución de los tratamientos.


Ana tiene 16 años y en unos días se irá casa. Sufrió un accidente de tráfico hace cinco meses y estuvo dos de ellos en coma. Cuando se despertó no hablaba, no reconocía a nadie y era incapaz de ponerse en pie. Hoy ya habla y recuerda cosas. Aún le queda mucho por hacer porque no camina, pero tiene toda la vida por delante. Y es que los pacientes de esta unidad tienen un perfil de edad mucho más bajo de lo deseado. Lamentablemente no sólo son víctimas de accidentes de tráfico, sino que también sufren ictus y derrames cerebrales. En sólo seis años han percibido un aumento de los accidentes cerebrovasculares. «Es la segunda causa de secuelas cognitivas en Europa. Es una enfermedad que crece en incidencia por el riesgo cardiovascular y por malformaciones», dice.


Pero la ciencia se enfrenta hoy a grandes retos, pues cada vez hay más pacientes con secuelas cognitivas porque los médicos de urgencias se afanan por salvar sus vidas, aunque muchos finalmente quedan en situaciones delicadas.

Aunque aún no hay evidencias científicas de que este tipo de tratamiento sea eficaz, el equipo del hospital cree que les ayuda en su afrontamiento, teniendo en cuenta que la recuperación es de entre un año y un año y medio. «La recuperación es muy espectacular al principio. Luego se estancan».


El objeto de la unidad es que tengan una independencia relativa y se reeduquen y adapten al déficit que queda como secuela. «Deben adaptarse a su nueva vida, como quien tiene problemas para caminar y utiliza un bastón», ejemplifica.

En general, cuando los enfermos reciben el alta deben enfrentarse a la realidad. Tras salir de la burbuja que supone un hospital deben hacer frente a barreras arquitectónicas y sociales. La doctora Adela Benítez, responsable de Daño Cerebral, lamenta: «la sociedad responde de manera muy dura ante los grandes discapacitados. Aún hay mucho que avanzar».



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